La semana pasada se supo que la firma automovilística Volkswagen había tenido que retirar el anuncio de uno de sus modelos de coche puesto a la venta en los Estados Unidos. El motivo era el eslógan elegido para su promoción. La compañía trataba de dar una imagen atrevida y desenfadada del coche con un término nuevo:
Turbo-Cojones.
«Cojones» es un neologismo del inglés usamericano adoptado del español, aunque no exactamente con el significado de ‘testículos’ que tiene entre nosotros. Hay varias páginas de la internet donde «cojones» sirve como reclamo para productos y actividades diversas, desde
deportes de riesgo hasta ofertas de entretenimiento. Desde Hemingway, que ya lo emplea en algún pasaje de
Muerte en la tarde, en 1932, el término ha ido cuajando con una acepción que lo asocia con la virilidad, la valentía o la audacia. «
To have cojones» ni siquiera está considerada una expresión soez o de mal gusto.
Pero no lo ve así la comunidad hispanohablante, que con sus quejas ha provocado la retirada de las vallas publicitarias. Para los hispanos todavía se trata de una palabra malsonante que resulta aún más molesta impresa en el papel. Y es que el espanglish arrasa con todo, pero aún tiene ciertos límites.
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